lunes, 18 de abril de 2011

A gozar con el yantar, pero pensando en ahorrar

Restaurantes de copete o algún figón popular
te colocan en un brete a la hora de yantar,
si entras en algún tabuco, para probar sus “delicias”
con malas artes, con truco, tú pagarás su avaricia.

Por eso soy cocinero, de los “buenos” de verdad
porque tiro de una anilla y la comida… ¡¡Ya está!!
lo mismo guiso garbanzos, que lentejas o fabada,
tirando de la anillita, la cosa solucionada.

No preciso de un hechizo, de un conjuro, ni un milagro
si tengo a mano chorizo, o alguna lata de magro,
queso, salmón o paté, todo regado con vino
es barato y comes bien, mejor que entrar en un chino

Si me siento inspiradito, a veces uso sartén
hago un par de huevos fritos, y de guisar… ¡¡Ya está bien!!

De la anilla milagrosa yo soy un gran cocinero
y cocino cualquier cosa, sin ensuciar ni un puchero
yo he inventado sin pilas este avanzado sistema,
así, cacharros no apilas, y no te causan problema

no gastas Fairy ni Ajax, ni la esponja milagrosa,
y ahorrarás mucho en el gas o electricidad costosa,
recogerás enseguida, deprisa, sin dilación,
y después de la comida te podrás dar un siestón.

Autor: Pablo Avendaño Lara

lunes, 15 de febrero de 2010

HISTORIA DE UN MATRIMONIO

El día que me casé, pensé que iba a mejorar
pero vino a resultar contrario a lo que pensé,
sería el nunca acabar, si yo a contar me pusiera,
pero esto es lo que encontré, en mi amada compañera.

Son más de dos carretillas las que tiene que cargar,
y sacarlas de mi casa cuando se pone a limpiar.
Un día invité a comer a un amigo de la infancia
y lo que tuve que ver, recuerdo con repugnancia.

Allí afrentado quedé, no creáis que esto es chacota.

Porque en el cocido hallé, algo como una pelota...
sacó en claro lo que era, al punto mi compañero
¡¡Algo que a mí me horroriza!!
en el caldo del puchero su dentadura postiza.

Mi amigo al ver aquello por la puerta enderezó vela,
y yo a mi querida esposa le revolé la cazuela,
pero ella agarró una silla y me dio tal silletazo,
que me rompió dos costillas y casi me arranca un brazo.

En aquel momento entró mi suegra,
que se armó con una estaca, la cosa se puso negra,
pues me dieron tal matraca, entre estaca, mesa y sillas
que sonaban mis costillas lo mismo que una carraca.

Yo tuve la mala pata que llegó un municipal
que también me vino a dar de palos media docena,
y para aliviar mi pena a la cárcel me llevó,
y puso en la declaración "Que yo le pegué a la nena"

Un mes tuve que perder de estancia en el calabozo,
y al salir, con alborozo me encontré sin mi mujer,
yo que aún estaba hecho cisco, y a juzgar por sus maneras
Pensé... ¡¡Se habrá enrolado en un circo para domar a las fieras!!

Autor: Pablo Avendaño Lara